INTRODUCCIÓN
Hace más
de 400 años, Lima, fue llamada Ciudad de los Reyes por el conquistador
Francisco Pizarro. Hoy, aquella misma ciudad es una metrópoli de más de 7
millones de habitantes, que conserva con orgullo sus conventos y casonas
coloniales, símbolos de su añeja
e hidalga tradición.
En Lima nunca hay
tiempo muerto. Hay tantos rincones por conocer y descubrir, que se tiene la
impresión de que las horas "se pasan volando", como diría más de un limeño. Por eso, cuando visite la Ciudad de los Reyes, trate de aprovechar al máximo su
tiempo, para que pueda recorrer el Centro Histórico con sus antiguas casonas y
sus imponentes plazas, y también,
la Lima moderna, con sus grandes edificios y sus infinitas luces, que animan la
vida.
- En conclusión, por supuesto que Lima cuenta con muchísimos otros atractivos. Hay que tener en cuenta que esta inmensa ciudad se organiza en sus propias municipalidades, cada una de ellas compitiendo entre si para engalanarse y atraer al turista. Sólo realice un pequeño resumen de las maravillas que nuestro país posee y de la cual nos debemos sentir orgullosos.
PLAZA SAN MARTÍN
La plaza San Martín fue inaugurada por Augusto B. Leguía el 27 de julio de 1921, como parte de las fastuosas celebraciones por el centenario de la emancipación. Con ella se buscaba expresar la grandeza y solidez del Perú independiente y, por ello, cada elemento que la compone luce un aspecto monumental.
En el lugar en el que
actualmente se encuentra la plaza había funcionado el antiguo hospital de San
Juan de Dios y, desde 1850, una estación ferroviaria. Esta última fue demolida
en 1910 para iniciar las obras de lo que se convertiría en uno de los más
importantes monumentos conmemorativos de nuestra independencia: la plaza San
Martín.
Si bien la plaza San
Martín y los edificios que la rodean son producto del trabajo de varios
arquitectos, el conjunto mantiene una armonía estilística --influenciada por el
modernismo-- poco común en nuestra ciudad.
El trazo y la
ornamentación original corresponden al arquitecto Manuel Piqueras Cotolí, quien
delineó los jardines y mandó colocar faroles estilizados de bronce, bancas de
mármol, piso de granito y cuatro fuentes de agua en las esquinas de la plaza.
Fue él quien concibió también el espacio central en el cual se erigiría el
monumento a José de San Martín, cuya escultura fue encargada a Mariano
Benlliure.
Desde esta época la
arquitectura del lugar se ha modificado muy poco, pues, afortunadamente, la
plaza pudo resistir el desorden urbanístico que caracterizó gran parte de la
segunda mitad del siglo XX. Hoy la plaza es segura y luce ordenada, limpia y
verde. Además, ostenta una impresionante iluminación que hace sobrecogedoras
las visitas por las noches.
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